Hoy, el 92% de las fuentes de energía primaria de la matriz energética del país dependen del gas natural y el petróleo. Es importante la búsqueda de fuentes alternativas de energía que ayuden a afrontar el crecimiento de la demanda nacional y los objetivos de exportación de electricidad hacia los países vecinos.
Con los plazos cada vez más cortos para reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero, la transición energética se ha convertido en un proceso urgente con el que deben comprometerse no solo los organismos internacionales y gobiernos, sino también las empresas y familias. En Bolivia, mercado que tiene un gran potencial de energías renovables, esta evolución puede generar desarrollo y sostenibilidad.
La transición energética, un cambio fundamental en la forma en que se produce y consume energía, es una herramienta estratégica del consenso global alcanzado en 2015 para combatir el cambio climático: el Acuerdo de París.
Esta transformación, que implica alejarse progresivamente de los combustibles fósiles y enfocarse en las fuentes de energía renovable, no sólo produce impactos positivos en el medio ambiente, sino también beneficios sociales a corto y mediano plazo. El proceso permite generar fuentes de empleo y desarrollo económico; impulsa la innovación tecnológica, ya que es una fuente de investigación y desarrollo de nuevas tecnologías limpias; y mejora la salud de la población, debido a que reduce la contaminación del aire y el agua.
Y a este esfuerzo, todos pueden aportar. La transformación energética en las industrias, por ejemplo, tiene como pilar el uso de combustibles más sostenibles a través del potenciamiento de las energías renovables, como la solar, la eólica, la hidráulica, la de biomasa y la del hidrógeno. También contempla la economía circular, la mejora de la eficiencia energética y otras formas de reducción de emisiones.
Bajo este marco, las empresas puedan realizar planes de acción y políticas ambientales al seguir cinco simples pasos: realizar una medición (auditoría) energética; establecer objetivos medibles y plazos para alcanzarlos; socializar e involucrar a toda la cadena de valor en este proceso; implementar soluciones tecnológicas; y realizar un seguimiento a estas acciones, reportando los resultados con transparencia.
Este valioso aporte, asimismo, se puede conseguir desde los hogares, donde es necesario consolidar hábitos de consumo responsable que permitan la reducción del uso de productos, el reciclaje y la reutilización de éstos, y un uso más eficiente de la energía.
“Ya no es una novedad que el cambio climático es un tema preocupante a nivel mundial, y no sólo las industrias, sino también las familias, tienen que tomar medidas para poder disminuir la huella de carbono y otros gases de efecto invernadero”, principales causantes del calentamiento global, subrayó Mónica Cabrera, SAM Zone Operational Leader Services de Schneider Electric en Bolivia.
La compañía, que desarrolla herramientas para que todos puedan aprovechar su energía y recursos al máximo, considera que aún hay un largo camino por recorrer para ponerle un freno al cambio climático. Por ello, son necesarias las alianzas público-privadas que fomenten el uso de energías más limpias en los principales sectores de la economía, la modernización de equipos y tecnología, y el impulso de procesos de digitalización y automatización. Estas acciones son sustentables y económicamente rentables en el tiempo.
“Se sabe que un gran porcentaje de las emisiones de carbono son generadas por edificios empresariales y mediante la digitalización y automatización se podría traer grandes beneficios al medio ambiente. Lo mismo ocurre en otros rubros como el energético, industrial, minero e incluso automotriz”, indicó Cabrera.
En el caso de los Gobierno, el de Bolivia, apoyado en el potencial de energías renovables del país, busca disminuir hasta 2025 la dependencia del gas natural e incrementar la producción de energías renovables, lo que ayudaría de sobremanera a reducir la huella de carbono local. Según información oficial, en 2020, el 57% de la electricidad era generada con gas, el 30% con agua y el 15% por otras fuentes alternativas.
Al momento, el 92% de las fuentes de energía primaria de la matriz energética del país dependen del gas natural y el petróleo. Y ante la disminución de las reservas de hidrocarburos, el aumento de las importaciones de combustibles y la escasez de divisas se hace más imprescindible la búsqueda de fuentes alternativas de energía que ayuden a afrontar el crecimiento de la demanda nacional y los objetivos de exportación de electricidad hacia los países vecinos.
Así, una transición energética justa, impulsada por la eficiencia energética y facilitada por la digitalización y la electrificación, puede acelerar significativamente la descarbonización, abordar la crisis energética, reducir los costos y aumentar la seguridad del suministro.
Esta transformación “no solo conlleva a industrias más amigables con el medio ambiente, sino que también ofrece oportunidades para un futuro más sostenible, resiliente y próspero en muchos aspectos”, destacó Cabrera.
Schneider Electric, líder en la transformación digital de la gestión de la energía y la automatización, ha hecho un llamado a los responsables de la toma de decisiones energéticas para que den prioridad a las actualizaciones digitales con el fin de aprovechar el potencial de las redes del futuro sostenibles, resistentes, eficientes y flexibles.
Los expertos de la compañía sostienen que la anticuada infraestructura de red está frenando la transición energética y proponen que el aumento de la automatización en redes inteligentes gestionadas por las compañías eléctricas podría dar forma al futuro de un sector energético con bajas emisiones de carbono.
Esta nota se realiza en colaboración con Schneider Electric en Bolivia