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The Wall Street Journal critica a Bolivia, Argentina y Chile por su gestión en el desarrollo del litio

La producción del litio, un componente clave para las baterías de los autos eléctricos, está atravesando una crisis por la intervención de gobiernos que quieren mayor control sobre el mineral y una porción más grande de las ganancias, además de la preocupación por el impacto ambiental y la fuerte militancia de las comunidades indígenas.

La situación fue tomada en cuenta por The Wall Street Journal, quien critica a Argentina, Bolivia y Chile por «matar a la gallina de los huevos de oro».

ESTE ES EL REPORTAJE ESCRITO POR RYAN DUBE

El lugar con más litio está soplando la revolución de los autos eléctricos

Una porción de América del Sur del tamaño de California está sofocando la producción del metal en un momento en que los fabricantes de baterías lo necesitan desesperadamente.

Salar de Atacama, Chile, conocida como la Arabia Saudita del litio, este pedazo de territorio del tamaño de California conocido como “la Arabia Saudita del litio” contiene el 55% de los yacimientos de litio conocidos del mundo, un componente crucial de las baterías de los autos eléctricos.

Pero como acaba de descubrir la empresa BYD Co., la gigante china de vehículos eléctricos, la explotación de esas reservas naturales puede ser un verdadero desafío. A principios de este año, cuando BYD ganó la licitación del gobierno chileno para extraer el litio, los habitantes indígenas tomaron las calles para reclamar la anulación del contrato, por la preocupación que generaba el impacto ambiental sobre las reservas de agua de la localidad. En junio, la Corte Suprema de Justicia de Chile falló a favor de los pueblos indígenas y argumentó que el gobierno primero debió haberlos consultado.

“Quieren producir litio y más litio, pero los que pagamos el precios somos nosotros”, dice Lady Sandón, presidenta de la una de las dos comunidades indígenas atacameñas que presentaron la denuncia contra el contrato. Los voceros de la empresa BYD no quisieran hacer declaraciones.

Los reveses judiciales sobre el tema se están repitiendo en todo el así llamado “Triángulo del litio”, una región que comprende partes de Chile, Bolivia y Argentina.

La producción ha caído por la intervención de gobiernos izquierdistas que quieren mayor control sobre el mineral y una porción más grande de las ganancias, pero también por la preocupación por el impacto ambiental y por la fuerte militancia de las comunidades andinas, que temen quedar excluidas mientras los de afuera se hacen ricos.

Pero la demanda mundial de litio se disparó, los precios del mineral subieron un 750% desde principios de 2021, y los analistas del sector temen que América del Sur termine obturando el crecimiento de la industria de los vehículos eléctricos.

“Las automotrices ahora están totalmente convencidas de fabricar autos eléctricos”, dice Brian Jaskula, experto en litio del Servicio Geológico de Estados Unidos. “Pero podría faltarles litio.”

Bolivia nacionalizó hace años la industria del litio, pero todavía no ha producido cantidades significativas de ese metal. México es un jugador menor del mercado, pero hace poco también estatizó esa industria. Y en Argentina, la producción recién está despegando.

En Chile, mientras tanto, la extracción de litio está fuertemente regulada, y el nuevo gobierno del presidente izquierdista Gabriel Boric, tiene planeada la creación de una empresa estatal de litio y ha criticado como un error las anteriores privatizaciones de materias primas. Además, la nueva Constitución chilena, que será sometida a referéndum en septiembre, endurecería las leyes ambientales y ampliaría los derechos de los pueblos indígenas sobre la minería.

“Es un recurso estratégico crucial para la transición energética”, dijo recientemente ante el Congreso de su país la ministra de minería de Chile, Marcela Hernando, y agregó que si bien el Estado chileno no tiene los conocimientos y la experiencia para extraer el litio, insistirá en tener el control mayoritario de todo emprendimiento conjunto con empresas privadas.

Hasta hace un par de años, Chile era el mayor productor mundial de litio, superando levemente a Australia. Aunque desde 2016 la producción de litio de las operaciones ya existentes en el país creció un 80%, hasta alcanzar las 140.000 toneladas anuales, Chile no abrió una mina de litio nueva en casi 30 años. Actualmente produce la mitad que Australia, que en los últimos cinco años cuadruplicó su producción.

A diferencia del petróleo, que puede encontrarse en todas partes del mundo, el litio es mucho más raro. Las locaciones claves son América el Sur, Australia y China. La ventaja de América del Sur es que en otros lugares el litio se extrae de la roca sólida, mientras que en la región el mineral se encuentra en agua salada subterránea que se evapora al sol tras ser bombeada a inmensa piscinas construidas por el hombre.

En conclusión, el litio sudamericano es mucho más barato de producir, pero los mineros dicen que la desventaja es que construir esas minas lleva mucho más tiempo, alrededor de ocho años.

IMPACTO EN LAS RESERVAS ACUÍFERAS

Los funcionarios y ambientalistas chilenos temen el impacto en las reservas acuíferas. Willy Kracht, subsecretario de minería chileno, dijo recientemente que para producir una tonelada de litio en Chile hacen falta 2.800 metros cúbicos de agua, frente a los 70 metros cúbicos necesarios para producir una tonelada de cobre.

Los ambientalistas creen que por la minería se han secado varias lagunas de la región, dañando la población de flamencos salvajes que se alimentan de peces y allí hacen sus nidos. “El daño es irreversible”, dice Cristina Dorador, una bióloga que integró una de las comisiones redactoras del borrador de la nueva constitución.

Pero los mineros del litio niegan que sus operaciones afecten las lagunas y dicen que las monitorean en colaboración con las comunidades locales.

“América Latina es experta en matar gallinas de huevos de oro, y para eso no hay nada más letal que el nacionalismo de los recursos”, dice Benjamin Gedan, experto en temas latinoamericanos del Centro Woodrow Wilson de Washington, que sigue de cerca la industria del litio de la región. “Con malas políticas públicas, este nuevo auge y esta nueva oportunidad podrían desvanecerse”.

Gedan dice que no hay mejor moraleja que el caso de Bolivia, que nacionalizó el litio en 2008, bajo la presidencia de Evo Morales, quien prometió convertir al país en una potencia minera y gran fabricante de baterías y vehículos eléctricos. El gobierno boliviano creó entonces una empresa estatal de litio, Yacimiento de Litio Bolivianos, o YLB. Bolivia gastó alrededor de 900 millones de dólares en una fábrica y obras de infraestructura para extraer litio del salar de Uyuni, en Potosí, el departamento más pobre de Bolivia y donde el imperio español saqueó las minas de plata.

La fábrica abrió en 2013: casi diez años después, su producción es prácticamente nula. En todo 2021, según datos de la propia empresa YLB, Bolivia produjo apenas 540 toneladas de carbonato de litio, lo que Chile produce en apenas un día y medio.

Juan Carlos Zuleta, un economista que en 2020 trabajó brevemente en YLB, dice que debido a la falta de experiencia y tecnología, la empresa estatal boliviana solo logra recuperar un 9% del litio que extrae de la salmuera, un rendimiento comercialmente inviable. Las dos grandes minas de litio que existen en Chile tienen una tasa de recuperación del 50% o más.

“Hace 14 años que el gobierno boliviano intenta desarrollar la industria del litio, y ha fracasado”, dice Zuleta. “Estoy convencido de que estamos perdiendo una oportunidad de oro.”

ARGENTINA, LA GRAN ESPERANZA

La gran esperanza para la producción de litio en América del Sur ha sido Argentina, que hasta ahora se ha mostrado más abierta a la inversión privada, una fuente de dólares imprescindible para un gobierno con problemas de liquidez. Según empresas internacionales que operan en el país, las autoridades argentinas ofrecen acuerdos de estabilidad fiscal y han flexibilizado algunos controles cambiarios que asfixian a otros sectores.

Como resultado, Argentina ha recibido un flujo de inversores del sector, como la minera anglo-australiana Rio Tinto PLC, el fabricante chino de baterías Ganfeng Lithium Co. y la multinacional francesa Eramet SA. Las grandes automotrices mundiales también apuestan cada vez más por Argentina, y Toyota tiene participación en una mina de litio local. Además, tanto Ford como BMW tienen acuerdos para recibir litio argentino.

Para 2031, Argentina podría tener 19 minas de litio, frente a las dos que tiene actualmente, dice Lukasz Bednarski, analista de IHS Markit, una consultora con sede en Londres. Para fines de esta década, la producción anual de litio de Argentina podría alcanzar las 230.000 toneladas, aproximadamente seis veces más que la producción actual.

“Estamos viendo un auge de las inversiones mineras y eso va a continuar”, dijo Matías Kulfas, quien hasta junio fue ministro de Producción del Gobierno.

Algunos observadores advierten sobre el fracaso de Argentina para desarrollar otros recursos prometedores, como los inmensos yacimientos de gas no convencional en el sur del país, que hace una década provocó una ola de entusiasmo similar a la que despierta el litio actualmente. Los gobiernos peronistas de Argentina tienen un largo historial de intervención en la economía y de incumplimiento de acuerdos, y algunos legisladores actuales ya están pidiendo un mayor papel del Estado en la explotación del litio.

Según Emily Hersh, economista y directora ejecutiva de la empresa de exploración Luna Lithium, dice que el país está muy atrasado en la construcción de la infraestructura energética necesaria para impulsar sus nuevos proyectos de litio, y señala que la volatilidad económica de Argentina a largo plazo también atenta contra el desarrollo del litio en el país.

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