El litio representa solo el 5% dentro de los componentes de una batería.
(RE).- La electricidad aplicada es la nueva frontera de la energía. El desarrollo tecnológico en vehículos eléctricos, computadoras portátiles y teléfonos celulares, entre otros, están marcando un nuevo horizonte para la humanidad y todo ello movido principalmente por baterías de litio. Esta era del litio ha activado el mercado global y su crecimiento vertiginoso está movilizando millones de dólares en diferentes países para la explotación de este mineral, el más liviano de la tierra, pero con mucho peso en el presente y mucho más en el futuro tecnológico.
El litio es explotado de yacimientos de salmueras presentes en diferentes salares en varios países, principalmente Argentina, Chile y Bolivia. También se puede obtener litio de otras fuentes como espodumeno, rocas, agua de mar, aguas de producción de petróleo, pozos termales, etc.), donde cuentan con reservas importantes Australia, Estados Unidos y China.
En ese marco, Bolivia contaría con alrededor del 50% de recursos estudiados de litio en salmueras, mayoritariamente en el Salar de Uyuni.
Sin embargo, contar con este recurso no es suficiente para subirse al tren del desarrollo tecnológico de las baterías porque además, se estima que dentro de una batería de litio este mineral significa solo el 5% de los componentes de la misma. Aun así, es el elemento sin el cual no se podría avanzar.
¿Por qué entonces ha sido tan difícil para Bolivia encarrillar un proyecto de fábrica de baterías teniendo tanto recurso en sus salares?
“Hay varios factores que debemos considerar”, dice Héctor Córdova Eguivar, ingeniero Metalúrgico, Master en ciencias aplicadas, investigador y analista en temas de minería de la Fundación Jubileo, en diálogo con Radar Energético.
Y continúa. “En primer término, no se sabe realmente cual es el nivel de las reservas de litio que tenemos en Bolivia. Sabemos que hay una gran cantidad de litio en Uyuni y en otros salares. El año 2018 se ha hecho una investigación encargada a una empresa extranjera para determinar la cantidad de litio que hay en el Salar. Lo que se ha obtenido es un resultado interesante, aproximadamente 21 millones de toneladas, de recursos, no de reservas”, explica.
Un recurso mineral para ser transformado en reserva necesita otros elementos adicionales que sumados a la cantidad determinada, muestren que es explotable técnicamente, social, ambiental y económicamente.
“En la literatura internacional cuando hablamos de reservas mundiales, no mencionan a Bolivia porque no tenemos esta categoría de confirmación”, dice el investigador.
Otro aspecto fundamental para aún no estar en el mercado del litio es que “Bolivia ha decidido no exportar el litio como materia prima, como carbonato de litio, sino avanzar hasta el nivel de la industrialización de las baterías”, recuerda Córdova.
“De acuerdo a las políticas definidas por el Estado boliviano no queremos entrar al mercado así como los otros países, no es el objetivo del proyecto boliviano vender carbonato de litio. Si ese fuese el objetivo ya hubiésemos entrado en el mercado muy rápidamente”, refleja.
Héctor Córdova dice que cuando se vende como ahora por ejemplo el zinc sin ningún procesamiento, “perdemos aproximadamente el 60% del valor de ese mineral por venderlo como materia prima”.
“Vender como concentrados de mineral es el peor negocio que podemos hacer como país y lo hemos estado haciendo siempre. Cuando se ha presentado la oportunidad del litio yo creo que las autoridades han analizado y dijeron ¡basta de exportar materia prima y de enriquecer a otros!”, especula el investigador.
Este propósito que es en sí conceptualmente bueno para cualquier país, tiene un alto precio para poder concretarlo.
Los costos de extracción hacen que la producción de litio en Bolivia sea más cara que en Chile y Argentina porque, en el salar de Uyuni, está mezclado con otros varios minerales, como potasio, boro y magnesio. La transformación requiere, además, el desarrollo de una tecnología especial de evaporación, ya que en esta región –en contraste con Argentina y Chile– hay una temporada de lluvias de tres meses generalmente entre diciembre y marzo, lo cual al inundar las piscinas de sal, dificulta y demora su evaporación y por lo tanto el proceso.
“Para que este proyecto sea exitoso hasta llegar al nivel de las baterías, se necesita tecnología, recurso humano calificado, capital, insumos básicos, mercado, entre otros. Todos ellos Bolivia no los tiene’, dice el entrevistado.