La participación boliviana en el mercado de gas brasilero ha disminuido, aunque aún es relevante, 20%.
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(#RadarEnergetico).- Los años en los que Brasil veía a Bolivia como el socio energético estratégico, como el factor que garantizaba su seguridad energética, están cada vez más lejanos. 15 años después de la Nacionalización sólo quedan rastros de una relación exitosa y lamentos de la “oportunidad perdida”.
Lo que fue el proyecto de integración energética más importante del continente y mayor proyecto en la historia de Bolivia, el gasoducto Bolivia-Brasil, se ha reducido a un contrato a renovarse cada año en condiciones cada vez más duras de competir.
Hoy la industria hidrocarburífera brasilera se ha desarrollado fuertemente. La producción del gas doméstico se ha incrementado de manera significativa y la importación de gas que viene de otras partes, que no es Bolivia, especialmente de gas natural licuado (GNL) ha ganado más importancia principalmente para la generación termoeléctrica.
“Hoy la participación relativa de Bolivia en el suministro de gas de Brasil ha disminuido, pero aún es relevante. Bolivia exporta cerca de 20 millones de metros cúbicos diarios, esto representa algo así como 20% de la demanda total”, dice Edmar de Almeida, profesor del Instituto de Energía de la Universidad Católica de Rio de Janeiro y especialista en el mercado de gas natural y economía energética de Brasil, en entrevista con Radar Energético.
Al respecto explica que, Bolivia “sigue siendo una fuente de suministro de gas firme y confiable, pero la importancia es relativa cuando miramos 10 o 15 años atrás. Ha disminuido por el tamaño de la industria en Brasil que sigue creciendo”, y que Bolivia no ha podido seguir ese ritmo, explica.
La razón radica no solamente en el cambio de relación que impuso Bolivia a partir de 2006, sino sobre todo en la declinación de la producción de los campos bolivianos a partir de 2016, pasando de 61 millones de metros cúbicos diarios (MMmc/d) a los 45 actuales.
En ese marco, el apetito de Brasil por energía es enorme, y actualmente Bolivia podría exportar 30 MMmc/d, pero solo puede enviar 20 millones porque no hay más capacidad de producción.
Esa disminución de la producción boliviana, que hace algunos años hubiese causado preocupación en el mercado brasilero, hoy no es más así.
La declinación de los campos bolivianos “no genera preocupación en Brasil porque la seguridad del suministro está garantizada por la producción doméstica y por el gas natural licuado (GNL)”, que llega en barcos de otros proveedores internacionales, enfatiza el profesor de Almeida.
Consultado sobre si Bolivia seguirá siendo un proveedor de largo plazo para el mercado brasilero, el especialista dice que “esto va depender más de Bolivia que de Brasil, porque el mercado brasilero ahora es un mercado donde hay competencia, donde la entrada no la decide el Gobierno, sino las empresas que van a buscar el gas y lo van a hacer donde sea más interesante económicamente”.
En ese sentido, existe una ventaja aun relevante para Bolivia, la existencia del gasoducto para transportar hasta 30 millones de metros cúbicos de gas “y si este gas es económicamente competitivo, no habrá ninguna dificultad para que continúe vendiendo a Brasil”, desliza el entrevistado.
La cuestión es que la competencia existe y cada vez que haya que negociar un contrato, “el precio boliviano tiene que ser competitivo con las otras alternativas”, matiza.
FIN DE LOS CONTRATOS LARGOS
La manera en la que ha evolucionado la industria es que antes había solo contratos de largo plazo, 20 años por ejemplo, “ahora hay una gran diversidad de contratos”.
Los contratos largos ya son raros, “ahora más bien se firman acuerdos de 4 a 5 años, pero también se están firmando contratos de un año o de menor plazo”, explica el académico.
Esto puede ser bueno para Bolivia porque si hubiese gas de sobra, puede exportar bajo contratos de un mes o seis meses, eventualmente.
El tema de fondo es si Bolivia podrá incrementar su producción.
Bajo el esquema actual parece muy difícil.