OPINIÓN
En Bolivia las cosas casi siempre pasan muy rápidamente. A veces del orgullo a la decepción o del abismo a la esperanza. Nuestra historia está plagada de estos episodios.
En el ámbito petrolero pasa exactamente eso.
En la década de los 90´s se pasó de ser un país con pocas perspectivas, con escases de mercados y casi nula inversión por parte de YPFB, a ser un modelo a seguir en atracción de inversiones externas, en modernización tecnológica, en legislación y –oh sorpresa- a ser el principal exportador de gas natural de Sudamérica. Todo eso en menos de 10 años.
Cuando ese periodo de inversiones estaba comenzando a dar frutos (1996-2005), el país encontró un nuevo motivo para destruir lo que se tenía. Podríamos hacer una paradoja al nuevo tren cochabambino. Más allá de lo costoso de la obra y de si es lo necesario para esa ciudad, el tren está, y en menos de dos semanas, hubo bloqueos para que no funcione, algún auto atascado en los rieles, el robo de decenas de metros de cables y el pintarrajeado de la nave. Qué alma destructiva la nuestra.
Volviendo al tema del gas, los miles de millones de dólares invertidos en esa década, bajo contratos de largo plazo con empresas internacionales comenzarían a dar sus frutos, a generarse impuestos extraordinarios, que permitirían al mismo tiempo seguir con un ciclo exploratorio que genere más reservas para seguir alimentando al mercado nacional y al mercado de Brasil y otros que se podrían abrir. El famoso círculo virtuoso funcionaba en Bolivia.
Justo en ese momento, la visión escueta de los gobernantes cambia las reglas, estatiza la cadena sectorial, quita la iniciativa de inversión al sector privado, genera más carga impositiva insostenible y termina desbaratando ese esquema que había sido exitoso. El Estado lo hará todo con el cuento de que el gas es de los bolivianos y para los bolivianos.
Las banderas nacionalistas se alzaron para gritar a voz en cuello que se ha quitado a las transnacionales el control de nuestros recursos.
Ese ciclo exploratorio hilvanado con mercados y con modernización sembrado por los odiados neoliberales estaba dando frutos jugosos y lo único que había que hacer era cosechar.
El rumbo cambió, se descuidó la exploración, los cosechadores pensaron que el árbol era eterno y que no se necesitaba sembrar más.
Como es lógico, si no se siembra, el mismo árbol cada año produce menos y si no se lo reemplaza, la cosecha tiene fecha de caducidad.
Y es así como pasaría. En la década y media siguiente (2006-2021) ni un nuevo pozo exitoso se descubrió. La idea era exprimir y repartir todo lo que había. Total, mañana veremos que hacer.
En resumen: en los 90´s se pasó de producir 10 millones de metros cúbicos diarios a 45 MM (2005). El desarrollo de campos descubiertos entonces y la ampliación del mercado argentino permitió llegar en 2015 a 62 MM.
De ahí en más, al no haber nuevos descubrimientos, la declinación comenzó hasta llegar a 43 MM, los mismos niveles de hace 15 años.
El poco gas que queda hay que administrarlo. Así YPFB dejó de enviar 4 millones a Brasil para vendérselo a Argentina porque este país pagaba más.
En esa misma línea, YPFB dejará de proveer gas a las industrias bolivianas porque es prioridad exportar el gas que paga 6 o 10 o 12 veces más. Lo malo es que tarde se acordaron de ser pragmáticos.
Cuando la realidad golpea el patriotismo es muy líquido, lo importante es el ‘money’.
EN CORTO
Pasamos rápidamente de ser insignificantes en términos de gas en la región a ser el más importante exportador. Acto seguido, como eso no nos parecía bien, volvimos a mirarnos al ombligo y nos reducimos a administrar el poco gas que queda al que mejor pague por él. Lo de gas ‘para bolivianos’ fue…bueno, ya fue.
Pronto seremos alquiladores de ductos para que el gas argentino pase rumbo al mercado brasileño. Es lo que hay. Causalidad.
Radar Energético