Los políticos deberían reconocer que el nivel actual de tecnología es insuficiente para lograr una reducción suficiente de las emisiones de carbono de manera que permita un sistema energético asequible, seguro y confiable.
La transición energética necesaria para combatir el calentamiento global no es sólo una cuestión de voluntad. Es una cuestión de tecnología. La tecnología es la clave para detener el cambio climático y, si bien tenemos una montaña que escalar, la nueva tecnología necesaria está surgiendo más rápido de lo que la mayoría de la gente cree. Necesitamos que los líderes adopten un enfoque láser en la tecnología y las políticas necesarias para desarrollarla e implementarla lo más rápido posible; Necesitamos líderes en sus países de origen, tratando de descubrir cómo crear el entorno para que esta tecnología crezca.
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Los gobiernos de todo el mundo están dando marcha atrás en sus promesas de cero emisiones netas porque la inflación, el costo de la vida, Ucrania, Gaza y otras cuestiones hacen que parezca demasiado costoso desde el punto de vista político. Todos los políticos demócratas de todo el mundo están haciendo el mismo cálculo: salvar el planeta no les permitirá ser reelegidos. No pueden abandonar el compromiso por completo, por lo que están ajustando la narrativa y jugando con la línea de tiempo.
En cambio, los formuladores de políticas deberían centrarse en la tecnología. Esto significa reconocer que el nivel actual de tecnología es insuficiente para lograr una reducción suficiente de las emisiones de carbono de una manera que permita un sistema energético que sea asequible, seguro y confiable y, por lo tanto, se requiere más progreso tecnológico para realizar la transición del sistema energético sin sobrecargar indebidamente a los consumidores.
Miremos el gasto global: hace cinco años, se gastaban 500.000 millones de dólares al año en energía limpia, mientras que casi el doble (900.000 millones de euros) se destinaban a hidrocarburos. Desde entonces, la inversión en hidrocarburos se ha mantenido igual, pero el gasto en energías limpias se ha disparado, alcanzando los 1,2 billones de dólares el año pasado y se espera que alcance los 1,8 billones de dólares este año. Esta cifra todavía está muy por debajo de los 5 billones de inversiones anuales que el FMI dice que son necesarias, pero La trayectoria es buena.
Una vez que entendemos que el determinante crítico es la rapidez con la que la tecnología puede responder al impacto de la transición energética inducido por las políticas, queda claro que la respuesta correcta a las malas noticias que se esperan de Dubai es hacer un balance de la tecnología disponible: ¿tenemos la tecnología necesaria para lograr una transición energética políticamente viable que sea asequible, segura y sostenible? Si no, ¿qué necesitamos? ¿Cuándo podría estar disponible, con qué rapidez se puede implementar y ampliar y cuáles son las implicaciones financieras? ¿Qué es necesario cambiar en las políticas públicas para incentivar mejor este cambio?
VOLUNTAD Y TECNOLOGIA
Por tanto, la transición energética no es simplemente una cuestión de voluntad. Si bien se necesita voluntad política para impulsar y sostener cualquier cambio político importante, fundamentalmente la transición energética es una reingeniería de la economía global. Esta transición es marcadamente diferente a cualquier transformación económica anterior: en lugar de que la tecnología impacte a la economía, con la regulación tratando de ponerse al día; la regulación para evitar el cambio climático está impactando a la economía global, y la tecnología es la que está tratando de ponerse al día. Sería una gran tragedia si los políticos abandonaran los objetivos climáticos justo cuando la tecnología se pone al día con las políticas.
Muchos comparan la transición energética con poner un hombre en la luna, pero la analogía es falsa. El viaje a la luna fue un esfuerzo único para crear tecnología única en su tipo que pudiera desarrollarse rápidamente para lograr el objetivo político –la preeminencia estadounidense en la exploración espacial– a cualquier costo y con niveles de riesgo muy altos. Sin embargo, la transición energética requiere adoptar nueva tecnología, a nivel mundial y a escala, e integrarla de manera confiable con los sistemas energéticos existentes, lo que transformará fundamentalmente esos sistemas y la economía global en general.
La política posterior a la COP28 en todo el mundo debe incentivar el desarrollo y la ampliación de soluciones a los obstáculos que han limitado la transición energética hasta la fecha. El ánimo del público puede ser escéptico, pero el impulso del cambio tecnológico es imparable. Cuando abandonen Dubai, los políticos deberían apoyar a los segundos y no dejarse llevar por el temor de los primeros.
City AM