El estudio se basa en suposiciones controvertidas sobre las tasas y los plazos de las fugas de metano, y sus conclusiones son cuestionadas por expertos de la industria y por investigaciones gubernamentales anteriores.
Un nuevo artículo en Financial Times analiza un controvertido artículo académico del profesor de la Universidad de Cornell Robert Howarth que ha reavivado el debate sobre el gas natural licuado (GNL) y su impacto ambiental.
El artículo revisado por pares de Howarth, publicado en Energy Science and Engineering, afirma que el GNL tiene una huella de emisiones un 33% mayor que el carbón durante un período de 20 años, lo que desafía la afirmación de la industria del petróleo y el gas de que el GNL es una alternativa más limpia. Este es el análisis publicado en oilprice.com.
Analicemos con más detalle las suposiciones y conclusiones de Howarth, pero primero hagamos un repaso rápido de la ciencia detrás de las emisiones de carbono.
El petróleo, el carbón y el gas natural son hidrocarburos, es decir, están compuestos de hidrógeno y carbono. Cuando se queman, estos elementos forman agua y dióxido de carbono, respectivamente. Los combustibles fósiles con un mayor porcentaje de hidrógeno, como el gas natural, producen menos dióxido de carbono por unidad de energía producida. Por eso, el gas natural se quema de forma más limpia que el carbón en lo que respecta a las emisiones de carbono.
En los últimos 15 años, Estados Unidos ha experimentado un importante cambio del carbón al gas natural para la generación de electricidad. Por eso, durante ese período, ha experimentado la mayor reducción de emisiones de carbono de todos los países.
El profesor Howarth reconoce que el metano es un combustible más limpio. ¿Cómo llega entonces a la conclusión de que es más sucio que el carbón?
En este punto es importante comparar el metano y el dióxido de carbono como gases de efecto invernadero. El dióxido de carbono (CO2) es más abundante en la atmósfera (aproximadamente 420 partes por millón) y tiene una vida atmosférica prolongada. Puede persistir en la atmósfera durante siglos, lo que hace que su efecto acumulativo sea sustancial.
Por otra parte, el metano (CH 4) es un gas de efecto invernadero mucho más potente a corto plazo. Como se menciona en el artículo, el metano es más de 80 veces más potente que el dióxido de carbono a la hora de atrapar el calor si se considera un período de 20 años.
Sin embargo, el metano está presente en la atmósfera en concentraciones mucho más bajas (~2 PPM). También es más reactivo y, por lo tanto, tiene una vida atmosférica más corta, normalmente alrededor de 12 años, después de los cuales se descompone en CO2 y vapor de agua.
LAS SUPOSICIONES DE HOWARTH
El documento de Howarth, que influyó en la decisión de la administración Biden de suspender las aprobaciones para nuevas terminales de exportación de GNL, sostiene que las emisiones de metano de la producción, licuefacción y transporte de GNL contrarrestan los beneficios derivados de las menores emisiones de dióxido de carbono en comparación con el carbón. Sus suposiciones no están exentas de controversia, porque presuponen:
Una tasa de fuga significativamente mayor que la estimada por la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU.
La tasa de fugas no disminuiría a medida que se identifiquen y reparen las fugas.
Un marco temporal limitado a 20 años, exagerando el impacto del metano, que se va reduciendo a lo largo de períodos más largos.
En otras palabras, Howarth hace una serie de suposiciones sobre el peor de los casos para llegar a sus conclusiones.
OPOSICIÓN AL ESTUDIO
El artículo de Howarth ha suscitado oposición: los republicanos critican la investigación por considerarla defectuosa y la industria del petróleo y el gas cuestiona su metodología.
Los representantes de la industria, como el Instituto Americano del Petróleo, sostienen que el estudio de Howarth utiliza hipótesis de peor escenario posible y contradice investigaciones anteriores encargadas por el gobierno, en particular un estudio encargado por el gobierno de Estados Unidos en 2019. Esa investigación anterior concluyó que el uso de GNL estadounidense para la generación de electricidad en Europa y Asia no conduciría a mayores emisiones de gases de efecto invernadero si se considera todo el ciclo de vida del combustible.
También cabe señalar que Howarth tiene una larga historia de oposición a la fracturación hidráulica (fracking) y su investigación está financiada por la Fundación Park, un grupo ambientalista con una larga trayectoria en la financiación de investigaciones y activismo contra la fracturación hidráulica. Esto sugiere una posible razón para utilizar hipótesis de peor caso en su estudio.
CONCLUSIONES
Entonces, ¿el GNL es más sucio que el carbón? Probablemente no. El artículo del profesor Howarth ha reavivado ese debate, pero sus hallazgos contrastan marcadamente con estudios anteriores. Si bien su investigación ha influido en los debates sobre políticas, es importante considerar los supuestos y la financiación que respaldan sus hallazgos.
La controversia que rodea este tema resalta las complejidades de evaluar las fuentes de energía y su verdadero impacto ambiental, y pone de relieve la necesidad de una investigación objetiva para orientar decisiones responsables en materia de políticas energéticas.