En una década ha incrementado 11.000 megavatios (11 GW) de energía solar y eólica. Casi 10 veces el consumo de energía de Bolivia. No hay ningún proyecto nuevo de generación que no sea con fuentes renovables.
(#RadarEnergetico).- Hace una década la energía solar en Chile no existía en las estadísticas y la energía eólica estaba en la categoría de ‘otros’ en los que en conjunto hacían apenas el 2% de la generación eléctrica.
Hoy, ambas producen 11,7 gigavatios de potencia, igual a 34% de los 32 gigavatios (GW) del total de la generación eléctrica chilena. 7,7 GW de solar y 4,1 GW de eólica. Comparativamente, el total del consumo eléctrico en Bolivia es alrededor de 1,5 GW, un 10% de la generación eléctrica solar y eólica chilena y un 4,6% del total del consumo de Chile.
Un salto sin precedentes en América Latina y un ejemplo a escala mundial de crecimiento de las energías renovables no convencionales (ERNC) en un país que pasó de depender del gas y luego del carbón, teniendo un sistema eléctrico altamente contaminante.
¿Qué hizo bien Chile para lograr este éxito?
Según el informe “Fostering Effective Energy Transition 2021 Edition’ del Foro Económico Mundial, 92 países han progresado en su transición energética en los últimos 10 años. Tres países escandinavos, Suecia, Noruega y Dinamarca, lideran la lista de los que más avanzan en su transición hacia las energías limpias.
En nuestra región destaca Chile en el puesto 34.
“Hay un primer factor que tiene que ver con la condición natural de Chile, con el desierto de Atacama que es el sitio de mayor radiación en el mundo y con zonas en el sur donde se genera mucho viento”, dice Ana Lia Rojas, Directora Ejecutiva de la Asociación Chilena de Energías Renovables (ACERA), en entrevista con Radar Energético.
Sin embargo, muchos países de la región también tienen ciertas condiciones naturales similares a las de Chile. Entonces, qué otros factores han podido permitir el desarrollo de las energías verdes.
Rojas dice que la discusión de la incorporación de las energías renovables comienza “en una etapa temprana”, a mediados de los años 90´s. Y que posteriormente se irradió con fuerza la idea, debido a la escasez energética producto del recorte de gas natural de Argentina y de la puesta en escena del carbón, altamente contaminante.
“En aquel entonces no era con un propósito de reducción de emisiones de gases contaminantes como lo es ahora, sino por una necesidad de diversificar la matriz eléctrica. La discusión y la conexión con el tema del cambio climático no existía”, dice la ejecutiva.
En ese marco, una de las premisas básicas fue que las energías renovables ingresen al mercado a competir, sin subsidios ni incentivos económicos, si no amparadas en un marco regulatorio y la ley 2025 que se proponía tener en la matriz eléctrica un 20% de energías renovables en el año 2025.
“Esa meta se cumplió cinco años antes y ahora la participación de las energías renovables es de un 34%”, enfatiza Rojas.
Otro de los factores claros para el éxito chileno es que desde un principio se establecieron claramente los roles de los actores del sistema energético en el que el Estado es un regulador y fiscalizador y son las empresas privadas las que proponen, invierten y operan a cambio de contar con una energía cada vez más barata para el usuario final, eficiente, competitiva y sin subsidios.
“El Estado no tiene un rol productivo en Chile. Eso es muy importante señalar”, enfatiza la entrevistada.
Sin embargo, tal vez una de las medidas que causó un fuerte impulso fue la puesta en vigencia de una ley de subasta de energía que se adaptó a la realidad de cada fuente de generación energética. A través de esta legislación se dividió el día de abastecimiento eléctrico, -24 horas- en tres boques horarios, de forma tal que los proponentes que postulaban a estos contratos pudieran calzar su curva de producción energética con el bloque de energía que se licitaba.
Por ejemplo, los generadores de energía solar tienen preferencia en el día porque su fuente es el sol. Es así que la ley permite hacer sostenible un contrato de 20 a 25 años.
«Todos estos elementos, además fueron apalancados por la caída de los costos de los materiales y equipos de las energías renovables que ocurrió en todo el mundo, fue la combinación perfecta para el éxito», dice Ana Lia Rojas.
Recurso natural, legislación, roles claros, sostenibilidad financiera, cero subsidios estatales, no intromisión del Estado en el eslabón productivo, permitiendo la competencia abierta, más la caída de costos globales, fueron algunos de los elementos que marcaron el camino del desarrollo de las energías renovables en Chile.
Aunque Chile aún tiene 5,5 GW de generación eléctrica en base a carbón, el haber adicionado en la última década toda su energía de fuentes limpias y que el 100% de sus proyectos futuros sean de las mismas fuentes, marca una línea clara de cumplimiento de sus objetivos trazados.
Sin embargo, este proceso no será ni fácil ni barato. La adaptación del sistema global a fuentes renovables tomará décadas y –según Rojas- “cada megavatio adicional será cada vez más difícil de agregar” por una serie de complejidades económicas y técnicas.
Con datos a julio de 2022, la capacidad instalada con fuentes renovables no convencionales –que incluye a las energías solar, eólica, termosolar, mini hidráulica de pasada, bioenergía y geotermia- alcanza a 13.275 megavatios (13,2 GW) de potencia.
- Fragmento de la entrevista>