Los aparentes triunfos pasajeros de corto plazo, tienden a jugar en contra mucho tiempo después.
(#RadarEnergetico).- 2021 fue un año terriblemente seco en Brasil, la mayor sequía 21en 100 años, en un país que genera un 65% de su energía en base a agua, esa es una mala noticia.
Ante esta realidad de represas con embalses casi vacíos, Brasil tuvo que acudir a centrales termoeléctricas que generan energía con gas natural, proveniente de su propia producción, del gas que llega en barcos (GNL) y, de Bolivia.
Sólo las centrales térmicas consumieron 50 millones de metros cúbicos diarios de gas natural, la mitad de su demanda total de gas en 2021. 20 millones provinieron de Bolivia, cuando Brasil necesitaba todo el gas que se pudiera venderle.
Sin embargo, ante la reducida capacidad de la producción boliviana de gas, que descendió de 61 MMmc/d en 2015 a 45 MMmc/d en 2021, exportar 10 millones más, que es la capacidad de transporte del gasoducto GasBol, no ha sido posible, convirtiendo esta oportunidad de negocios en una oportunidad perdida, forzando a Brasil a importar gas desde el mercado internacional a precios hasta 5 veces más que el gas boliviano.
Durante más de una década, en base al contrato GSA, Bolivia exportó a Brasil 30 MMmc/d hasta que el contrato finalizó en 2019 y la producción boliviana comenzó a declinar.
«Existe un dicho, ya antiguo, en el sector hidrocarburos, que ‘Bolivia permitió la entrada del GNL a la región’, que hace referencia a que la inestabilidad política, primero, y de suministro después, obligaron a las principales economías del Cono Sur a buscar fuentes alternativas de abastecimiento de gas natural, el GNL entre ellas”, recuerda Mauricio Medinaceli, exministro de hidrocarburos y analista en temas de energía, consultado por Radar Energético.
“Fuimos testigos de este hecho a principios del actual siglo. Después, con el paso del tiempo, estas economías también buscaron fuentes de abastecimiento internos, por este motivo, con sendos planes de desarrollo, Brasil en el Presal y Argentina en Vaca Muerta, lograron levantar la producción doméstica de gas natural”, complementa Medinaceli.
Esta situación deja a Bolivia en “una posición negociadora muy débil”, dado que, si bien aún el gas natural boliviano será demandado por ambos países, Brasil y Argentina, “quizás las condiciones de precios y volúmenes sean menos favorables para el país”, examina el analista.
Por su parte, Álvaro Ríos, exministro de Hidrocarburos, analista y Socio Director de la consultora Gas Energy Latin America (GELA), asegura que Brasil es un mercado que pudo haber crecido más allá de los 30 millones de metros cúbicos establecidos del contrato ‘GSA’ original (1999-2019). Sin embargo, fue en sentido contrario en los últimos años. “El descenso de la producción y las reservas bolivianas hizo que el vecino país busque alternativas y que, por lo tanto, Bolivia gravite cada vez menos en su ecuación energética”, señala.
“Definitivamente el no poder llenar el ducto por no tener producción disponible nos está causando de manera continua la imposibilidad de tener más recursos como renta del gas”, comenta.
POR QUÉ SUCEDE ESTO
“La caída de la producción de gas natural en Bolivia es el resultado de la poca actividad exploratoria y de la política hidrocarburífera nacional, reflejo además de la gestión del sector hidrocarburos en la última década”, dice sin ambages Raúl Velásquez, analista en Energía e Hidrocarburos de la Fundación Jubileo, consultado por este medio.
Según el especialista, esto ha ocasionado que el país “deba renegociar sus contratos de exportación con Brasil y Argentina por menores volúmenes, readecuándolos a la capacidad actual de producción; con ello Bolivia ha perdido participación en esos mercados y ve reducidos sus ingresos por concepto de regalías e IDH”.
OPORTUNIDAD PERDIDA
Edmar de Almeida, profesor del Instituto de Energía de la Universidad Católica de Rio de Janeiro y especialista en el mercado de gas natural y economía energética de Brasil, en entrevista con Radar Energético, dijo la semana pasada que a Brasil ya no le preocupa la baja producción boliviana porque su seguridad energética está garantizada por la producción propia y por el GNL.
Lo que preocupa es la “oportunidad perdida”, dice el analista, que se configura en la necesidad brasilera de gas y la imposibilidad boliviana de vender más.
“Bolivia sigue siendo una fuente de suministro de gas firme y confiable, pero la importancia es relativa cuando miramos 10 o 15 años atrás. Ha disminuido por el tamaño de la industria en Brasil que sigue creciendo”, explica.
Sin embargo, dice de Almeida, existe una ventaja aun relevante para Bolivia, la existencia del gasoducto para transportar hasta 30 millones de metros cúbicos de gas “y si este gas es económicamente competitivo, no habrá ninguna dificultad para que Brasil siga comprando”.
El tema central sigue siendo si Bolivia podrá aumentar su producción en los próximos años para no perder los 20 MMmc/d que aún compra el gigante vecino.
“Lo que hemos hecho es perder un mercado creciente, ahora es un mercado en el que cada vez gravitamos menos. Hasta 2024 podremos enviar 20 MMmc/d y de ahí irá en descenso”, dice Álvaro Ríos.
“Todo esto nos habla que esta industria se mueve en el mediano y largo plazo, donde los aparentes triunfos pasajeros de corto plazo, tienden a jugar en contra mucho tiempo después y, peor aún, con consecuencias irreversibles”, reflexiona Mauricio Medinaceli.